Con el crecimiento de la población mundial llega el aumento del ingreso per cápita y la consecuente transformación en el consumo mundial de proteína de origen animal, como leche, huevo, pollo, cerdo y pescado, principalmente un fenómeno mucho más significativo en países en desarrollo y del bloque asiático. Esto hace que se requiera mayor producción vegetal para asegurar los alimentos de estos animales, especialmente maíz y soya, y ubica en primer plano la necesidad de innovar en materia de abastecimiento agrícola.
Así lo considera Diego Miguel Sierra Botero, exsecretario de Agricultura y Desarrollo Rural de Antioquia y egresado de Administración de Negocios de EAFIT, quien advierte que durante los próximos 40 años la humanidad aumentará su consumo y necesidad de oferta de alimentos de la canasta familiar, de manera sostenida, al 2 por ciento, lo que reafirma al agua, la tierra y la tecnología como necesidades de primer orden.
"El problema, sin embargo, es que las tierras de labranza y con riego en el mundo no están en la misma condición de ser ofrecidas para atender esa exigencia. Por eso, empiezan sistemas nuevos de agricultura controlada y agricultura vertical, que tienen muy buen desarrollo en países grandes, como Holanda y Alemania, y asiáticos, como Japón y Singapur. Estos últimos atenderán cierta demanda, pero, por lo demás, se genera una oportunidad importante para Colombia", manifiesta el analista.
Con esta visión se muestra de acuerdo Diego Fernando Villanueva Mejía, docente del Departamento de Ciencias Biológicas de EAFIT, quien indica que varios estudios señalan como un gran reto, en materia de abastecimiento agrícola, el incremento en la población humana, con datos que ubican la población mundial en 9000 millones de personas para el año 2050, a partir de los 7500 millones actuales y en 10500 para finales del siglo actual.
"Si a eso sumamos que el desarrollo científico y tecnológico está haciendo que la gente viva más tiempo, el reto se incrementa. Estudios científicos han demostrado y empezado a evaluar los datos a través del tiempo y muestran cómo desde mediados del siglo XIX hasta ahora la expectativa de vida se ha incrementado en cerca de 20 años", señala Diego.
El docente indica que la solución podría ser sembrar más, pero coincide con Diego Sierra en que la cantidad de tierra disponible para la agricultura no es infinita, con datos de crecimiento poblacional en incremento frente a otros de disponibilidad de tierra para el agro que no aumentan sino, más bien, disminuyen por cuenta de la degradación de suelos y la contaminación inherente a las actividades humanas.
"Pero el tercer gran reto es el calentamiento global: científicamente está demostrado cómo las temperaturas se están incrementando en diferentes escenarios, no solamente terrestres sino también marítimos, a nivel de glaciares, etc., y esto hace que la agricultura sufra las consecuencias porque se presentan cambios en el ámbito de producción agrícola, así como desplazamientos de plagas y patógenos, y disponibilidad de agua cada vez más limitada para la agricultura", anota el profesor.
Además, y de acuerdo con Javier Correa Álvarez, docente en el pregrado de Biología de EAFIT, existen otros retos asociados a la infraestructura de transporte en Colombia, un obstáculo que convierte la acción de mover un cargamento de alimento en una actividad costosa.
"También tenemos el asunto de los títulos de propiedad, pues es de conocimiento de todos que las grandes extensiones de tierra son de los más ricos del país. Finalmente, aunque aquí tenemos riqueza para producir muchos tipos de alimentos, nos concentramos en unos pocos productos. Eso nos impide sacarle provecho a la diversidad que tenemos en materia de semillas y plantas", explica Javier.
Panorama halagador
El panorama actual en materia agrícola le ofrece a Colombia, por un lado, la oportunidad de participar en mercados mundiales de ese tipo de alimentos, pero también de acceder a demandas nuevas: nutracéuticos, productos antioxidantes, mortiños, arándanos, quinua, entre otros productos asociados al comer sano.
"De otro lado, tenemos que el país es un gran importador de alimentos, con una importación de 10 millones de toneladas de comida, 6 millones de las cuales son maíz, soya y torta de soya. Además, como hay una vocación creciente por producir bioetanol o biodiesel a partir de maíz y aceites, la ecuación se complejiza", expone Diego Sierra.
En sus palabras, el país ha usado mal los suelos y perdido casi 30 años en materia agrícola. Eso ha frenado el crecimiento y generado altas cifras de importación, en medio de un escenario en el que se ha sacrificado asistencia técnica en el campo y la formación de profesionales.
"Pero hoy hay un reverdecer no solo por esta oportunidad sino porque entramos a un período distinto en lo rural, con un acuerdo de paz y condiciones de desarrollo que permiten pensar distinto el país. Además, hay una novedad para la academia: en el mundo surgió una nueva agricultura. Tecnológicamente, llevamos 12 años en los que el desarrollo digital las herramientas, el conocimiento, los aparatos, la mecanización, la robótica y el internet de las cosas dieron forma a una agricultura distinta, nunca estudiada por agrónomos e ingenieros agrícolas".
Por si fuera poco, el último censo agropecuario mostró que el país tiene aún entre 15 y 20 millones de hectáreas disponibles de tierra para hacer agricultura. Además, Colombia tiene una gran reserva de biodiversidad y recursos hídricos, y posee 6 de cada 10 páramos en el mundo.
"Todo esto prueba que no podemos seguir haciendo la misma agricultura de hace 50 años. Colombia es uno de los países llamados a ser despensa agrícola mundial. Sin embargo, eso no avanzará si no se hace agricultura con más tecnología, precisión, capacidad de análisis y conocimiento legado para formar profesionales competitivos y capaces de generar soluciones para estos retos, un desafío que EAFIT está en capacidad de enfrentar", asegura Diego Villanueva.
La responsabilidad de la academia, en palabras de los mismos docentes, es la de dotarse de capacidades humanas y aumentar sus recursos físicos —laboratorios, invernaderos, granjas experimentales— para hacer investigación y generar conocimiento que no se quede en artículos publicados para la comunidad científica y se transfieran a las comunidades.
"La historia del país ha sido agrícola y nuestros abuelos y tatarabuelos vivieron del campo. Es algo que tenemos muy interno culturalmente. Creo que en la academia tenemos la tarea de intentar que todos los cursos que se den en pregrados como Biología pueden tener aplicaciones en el agro. Desde la educación se puede, a través de ejemplos y experiencias en investigación, empezar a inculcar en los futuros profesionales el tema de la agronomía, incluso en materias de ingeniería y otros cursos", indica Javier Correa.
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Alejandro Gómez Valencia
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